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Blog Gedeth

Sobre la posverdad, el proteccionismo y la internacionalización

Proteccionismo e internacionalización
Proteccionismo e internacionalización

Trump, Brexit, Europa de dos velocidades, la ruptura del TTIP, etc. ya ni se habla de movimientos antiglobalización en sentido estricto. No deja de ser paradójico que se pida proteccionismo o el fin de la internacionalización empresarial y a la vez que se abran todas las fronteras. Son la misma esfera: personas que viven y emprenden. Debemos ser permeables porque nos ha ido mejor.

Quienes demandaban que se cerraran las fronteras a las empresas se han encontrado con que también se pretenden cerrar a las personas. Es miedo al futuro, se pretende asegurar o controlar qué va a pasar simplificando los mercados. Es algo muy humano, pero peligroso, que ha degenerado en un ambiente de escasa cooperación internacional. Ya sabemos que el cerebro se pasa más tiempo construyendo excusas que decidiendo, y a ese razonamiento ahora le llamamos posverdad.

Culpar a la internacionalización y en concreto a las empresas es el camino equivocado. Primero porque gran parte de los cambios vienen determinados por la propia sociedad, segundo porque han cristalizado debido a la tecnología y tercero porque los datos no apoyan esta tesis.

Es la propia sociedad la que se ha internacionalizado

Las causas sociales son comunes en la práctica totalidad del planeta. En una mesa redonda en Madrid se discute sobre derechos laborales de, por ejemplo, Asia. Hoy pedimos a las empresas españolas que respeten los derechos laborales de trabajadores que están a miles de kilómetros. Eso es bueno, y es internacionalización también. El proteccionismo acabará con las zonas más débiles, que no podrán obtener ayuda externa de quienes estén mas concienciados.

Hay asuntos como Brexit, Trump, igualdad de género, refugiados, políticas de austeridad, derechos de los animales, etc. que son corrientes de opinión que traspasan fronteras. El transporte es más barato que nunca, así que las culturas se aproximan constantemente. Con este acercamiento hemos mezclado los valores de cada cultura. Así, en 1980 el 44% de las personas sobre el planeta no sabían leer ni escribir mientras que ahora son solo el 15%. Estamos cambiando.

Las empresas son parte de la sociedad y han participado de este acercamiento. A veces liderando, a veces sobreviviendo a los cambios. Tanto sociedad como empresas hemos ido por delante de los gobiernos porque somos más transversales. Los gobiernos tienen límites administrativos, las empresas y las sociedades no. Quizás por eso experimentamos esa desafección con las instituciones políticas: son menores que nuestros propios intereses.

La tecnología ha internacionalizado a la sociedad

Quizás el mayor impacto de la tecnología es cómo ha transformado el concepto de contexto. El contexto ahora es el momento, no el lugar. Hemos creado espacios sociales únicos gracias a la tecnología. De esos espacios es imposible excluir a las empresas. La internacionalización de empresas disfruta de una polinización cruzada con el acercamiento de las sociedades. Por ello los debates sociales de otros países tiene consecuencias económicas en otras zonas geográficas. Así, los intereses locales lo son solo formalmente y el proteccionismo carece de sentido.

En 20 años hemos pasado de no estar conectados a que más de 3,000 millones de personas tengan internet. Los cursos abiertos del MIT son el mejor ejemplo de por qué esto es crítico. La tecnología nos permite desplazar conocimiento, y dejar atrás los gremios locales para acercar las herramientas necesarias a quien tenga talento y voluntad.

Por poner un ejemplo, Uber transformó el sector del taxi hasta el punto de hacerle enfrentarse a la internacionalización. ¿Hay algo más local que las autorizaciones para transporte público de viajeros municipal? Pues ahora es campo de batalla de la internacionalización.

Lo peor no es tener miedo al futuro, lo peor es olvidar lo que hemos conseguido

La internacionalización nace en el Siglo XIX tal y como hoy la conocemos, y su gran impulso es a mediados del siglo pasado. Desde entonces los datos confirman que hay progreso. Paradójicamente sentimos miedo y expresamos preocupación al mismo tiempo que afirmamos tener mayor satisfacción con la vida. Es lo que tiene abandonarse a las emociones.

En 1900 el 36% de los menores moría antes de 5 años, hoy no llegamos al 5%. Desde 1980 el porcentaje de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido a una cuarta parte. En el este de Asia y el Pacífico, la pobreza extrema pasó de afectar al 80% a apenas el 3,5%. La tasa de homicidios ha pasado de 5 por cada 100,000 habitantes en 1900 a menos de 1 (2010), es un mundo más seguro.

En Europa las cifras de desigualdad de nos dicen que el 1% de la población aglutinaba el 20% de la riqueza (1900) mientras que en 2010 el dato baja al 7% aproximadamente. La carga semanal de trabajo ha pasado de 65h en 1900 a 40h de media en 2000, siendo de menos de 40h en la actualidad. En gran parte del mundo las mejoras laborales se han conseguido porque no había un mercado cerrado que impidiera demandas externas. Sigue siendo necesario un mayor reparto, pero afirmar que hay peor distribución a costa de unos pocos es falso. Y sigue siendo necesario evitar el proteccionismo para poder normalizar las condiciones a nivel global.

¿Qué futuro nos espera?

Nosotros somos optimistas sobre lo que tenemos por delante. La situación es delicada y habrá muchos cambios, pero cerrar mercados no es el camino. Esta visión proteccionista representa sólo un fotograma. La película completa nos dice que los datos mundiales de renta, educación o mortalidad infantil, longevidad, analfabetismo, etc. mejoran en las últimas décadas.

Los países se están posicionando para las negociaciones en ciernes (nuevos gobiernos, nuevos centros de poder), debido a ello sus posturas son algo extremas. Por eso abogamos por la prudencia, para que este clima negociador no impregne a la sociedad.

En la parte técnica de la internacionalización es probable que exista proteccionismo desde el aumento de la complejidad administrativa en algunos países, suele ser una de las armas preferidas para defender mercados internos. A corto plazo sería una oportunidad para nosotros al aumentar la demanda de nuestros servicios. Sin embargo, creemos que en el largo plazo sería un mundo peor para todos.

En Gedeth trabajamos en internacionalización de empresas porque creemos que lo que hacemos mejora el mundo, de lo contrario no haríamos lo que hacemos. Y los datos nos dicen que la globalización aporta desarrollo. Así que somos optimistas.